martes, 30 de agosto de 2011

Spanish graffiti: Un libro ilustrado recoge la historia y los principales exponentes del arte callejero español

Cada segundo, una pequeña bola se agita dentro de un spray en alguna parte del mundo y alguien admira su obra recién terminada con un ojo en la espalda por si hay que correr. En cuarenta años, el grafiti se ha convertido por derecho propio en parte imprescindible de la cultura contemporánea. Ha penetrado en el mundo del arte y algunos de sus exponentes han alcanzado reconocimiento internacional, en parte gracias a Internet. Es la nueva era del postgraffiti street art, con simbolismos cada vez más sofisticados, mayor complejidad artística y técnicas diversificadas. Sirva como ejemplo la cifra récord alcanzada por la reciente exposición dedicada a Banksy en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA). Las obras de la misteriosa leyenda del grafiti británico atrajeron a 200.000 visitantes durante los 81 días que duró la muestra. Además, su documental Exit through the gift shop (2010), en el que reflexionaba sobre la delgada línea que separa el arte urbano de la frivolidad y la impostura, fue nominado en la última edición de los Oscar.


foto de un graffo misionero

una de las fotos del libro

En medio de esta vorágine, el periodista especializado Mario Suárez vuelve la vista atrás en su libro Los nombres esenciales del arte urbano y del graffiti español, con un amplio despliegue visual editado con mimo por Lunwerg. En la piel de toro, el fenómeno comenzó a principios de los ochenta de la mano de Muelle, un chaval que comenzó a estampar su firma en paredes abandonadas del madrileño barrio de Campamento. Al principio, nadie lo entendía. La policía llegó a pensar que eran marcas que delimitaban el territorio de una banda criminal. Muelle acabó siendo tan famoso que una vez, detenido en comisaría, los agentes le pidieron autógrafos para sus familiares y amigos. A rebufo de su estela nació toda una troupe de jóvenes que se inspiraban en su firma: caligrafía enrevesada, el símbolo de "marca registrada" y un remate en forma de flecha (de ahí el apelativo "flecheros"). Así surgieron nuevos nombres: Glub, Bleck, la Rata, Fer, Ome... Les atraía esta nueva forma de expresión, que no tenía otro objeto que el de saciar ese deseo de autoafirmación y permanencia inherente al ser humano. En 1989, Muelle describía así sus sensaciones al empuñar el aerosol: "Cuando pintas te sientes vivo y por un momento te olvidas de que eres masa. En esta ciudad hay demasiada mierda y demasiada soledad... de este modo le regalamos a la gente un poco de nosotros mismos".

Suárez reivindica la idiosincrasia propia de la escena madrileña, que desde sus comienzos demostró que no era una mera importación calcada de la corriente neoyorquina. Entre las particularidades de los grafiteros madrileños, Suárez destaca un código ético y una jerga propios, citando la tesis El postgraffiti, su escenario y sus raíces del estudioso del tema Juan Abarca: "Los valores metodológicos fueron generados por el propio Muelle, que evitaba actuar sobre superficies que hubieran de ser limpiadas, y se especializó en muros temporales de obra y en las vallas publicitarias de los andenes del metro. Aunque no todos los escritores de la escena eran tan respetuosos...".

En sus comienzos el grafiti madrileño fue una manifestación autónoma, si acaso relacionada con la cultura punk, pero a finales de los ochenta la influencia del hip hop y el grafiti neoyorquino fagocitó el estilo autóctono, que pocos conservaron. El fenómeno fue cada vez más popular y ya miles de jóvenes bombardeaban todo tipo de superficies, empezando por los vagones de metro. Esto cambió la percepción más o menos neutra que el público general había tenido hasta entonces del grafiti, como asegura Abarca: "Ver a alguien pintando en la calle se percibía a menudo más como algo excéntrico o generoso que como una agresión".

En Barcelona los comienzos no estuvieron ligados a las firmas sino a un grupo que pintaba grandes piezas abstractas, los Rinos. Tras ellos, la técnica que más proliferó en la Ciudad Condal fue el stencil, en la que se usa una plantilla de cartulina sobre la que se rocía la pintura.

En los noventa, el término grafiti iba indisolublemente asociado a la cultura hip hop venida de los Estados Unidos, y fue en esta época cuando se consolidó esta cultura en otras ciudades como Aicante, Barcelona, Valencia o Sevilla. También en esta época las obras callejeras fueron incorporando contenido político y social, y también mayores impedimentos: cámaras de vigilancia, pinturas antigrafiti y leyes más duras.

Ante esta situación, la cultura del grafiti redujo su presencia en las calles y la aumentó en fanzines, festivales o grandes murales autorizados. Pero el fenómeno empresarial de la marca española Montana, pionera en Europa de materiales específicos para pintores callejeros, revitalizó la escena



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de donde es la nota original!

recorriendo callejones













jueves, 25 de agosto de 2011

Grafitis: el arte y el vandalismo no son mutuamente excluyentes

Excelente debate que se da en España, digno de imitar este tipo de diálogos para complejidad y tener en cuenta el valor del Arte Urbano como forma de mejorar la Ciudad, o como medio de expresión de los jóvenes.
La visión de los europeos sobre la concepción artística del arte urbano y la posibilidad del debate son cosas interesantes a la hora de ver hacia adentro de nuestra región, aceptando los postulados, pero manteniendo siempre la postura bien regionalista para comprender nuestros contextos de frontera y multiculturalidad que son los rasgos más distintivos de la sociedad misionera.


http://www.periodistas-es.org/arte/grafitis-el-arte-y-el-vandalismo-no-son-mutuamente-excluyentes


                 Barenthin especialista sueco en grafiti y Abarca, artista, crítico, tipógrafo y profesor de arte urbano                                             

                                                                         Obra de Ironic y amigos en Posadas

El artista, crítico, tipógrafo y profesor de arte urbano Javier Abarca, y el especialista sueco en grafiti Tobias Barenthin, han señalado hoy en Santander que el arte y el vandalismo “no son mutuamente excluyentes” y que entre ambos conceptos no existe un límite definido.
Así se expresaron durante una rueda de prensa con motivo de su participación en el Seminario ‘El grafiti como mapa psicogeográfico: la nueva intervención urbana europea’, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), que reúne a diferentes artistas cuyas obras se sitúan a medio camino entre el grafiti y el arte contemporáneo.
Según una comunicación de la UIMP, Barenthin explicó que existe un punto de vista jurídico que es “muy claro” y un punto de vista estético que es “muy subjetivo” por lo que a veces se producen “colisiones” entre ambas respuestas. No obstante, aseguró que el “debate” se produce en torno a la cuestión estética.
Abarca, por su parte, insistió en la subjetividad del arte y afirmó que la discusión acerca de dónde empieza es “o bien inútil o bien infinita”. Asimismo, abogó por abrir espacios de discusión en los que se hable del grafiti como “cultura”, desde un punto de vista “distinto del legal”.
El especialista español recalcó que el grafiti es “una forma de cultura” que no parte de la “tradición artística occidental que se enseña en las academias” y añadió que “el gran fallo” de los estudios acerca de esta disciplina radica en que aquellos que lo han abordado “no conocen el fenómeno desde dentro”.
“Desde fuera da la sensación de que se puede entender fácilmente, pero no es así”, añadió. En este sentido, explicó que para comprender el grafiti es necesario valorar “la acción” y la manera en que el autor “vive y siente la ciudad” dejando de lado los resultados pictóricos que son, a su juicio, “poco más que un residuo”.
La otra ciudad
Ambos expertos coincidieron en destacar la importancia del paisaje urbano y los espacios en que se desarrollan las acciones artísticas. Por ello, desde el Seminario se han hecho visitas guiadas por la ciudad para conocer los “espacios muertos” de la urbe, allí donde, según Abarca, “el escritor de grafiti vive y tiene su lugar de movimiento”.
El profesor de arte urbano aclaró que en estos espacios, que definió como “la otra ciudad”, puede suceder “cualquier cosa”, ya que son “ignorados” por la “máquina capitalista” y se mantienen fuera de las regulaciones impuestas por “las estructuras arquitectónicas y sociales”.
Barenthin, por su parte, criticó el proceso de homogeneización que sufren los ambientes urbanos europeos y defendió que “el alma de la ciudad se encuentra en las calles de trastienda” que pueden contemplarse con una “mirada de niño” para descubrir “cosas nuevas”.

lunes, 8 de agosto de 2011

aprendiendo


Aprendiendo a jugar con las fotos, gracias a la insistencia de mi amigo Mauro Machuca que es Fotógrafo Profesional que a través de sus palabras me lleva a jugar con algunas imágenes para resaltar mi visión del mundo