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Mural de Neumann en la Costanera Posadeña |
El arte urbano está llegando copando la ciudad de Posadas. Entre
las intervenciones de los graffiteros ahora se suman artistas que salieron de
los cuadros y los museos a las calles. Pero deben entender que el street art no
es perenne, sino que siempre es efímero.
Hay artistas que usan las paredes de la ciudad como lienzo,
desde los principiantes que hacen tags, pasando por los políticos que nos
regalan frases ingeniosas o llenas de odio, hasta los muralistas que nos regalan
excelentes obras en lugares insólitos que vemos al pasar en nuestro cotidiano
andar. La diferencia de este arte con el institucionalizado, es que es efímero
por la misma movilidad de la ciudad y sus ocupantes (permanentes o casuales).
En este fin de semana el artista plástico Bernardo Neumann
culminará una nueva obra en la
Costanera de Posadas, recuperando la primera gran escalera
que unía la ciudad con el paseo costero. Una obra muy grande que recupera un
espacio ya olvidado, porque hay otros sitios del paseo costero a la moda.
Esta recuperación de las escalinatas para hacer un mural a
cielo abierto ha tenido muy buena repercusión por parte de la comunidad, que ve
con agrado que se embellezca así el espacio de uso cotidiano. Sin embargo tanto
el artista como los vecinos fallan a no ver lo efímero de la obra.
Esto es algo que si comprenden los artistas callejeros, los
llamados graffiteros quienes viven constantemente en esa realidad de que sus
obras fueron realizadas para perderse y dañarse por la vida de la ciudad. Quizás
esa realidad sea una de las que los impulse a hacerlas, muchos exponentes del
street art durante años se negaron a ser incorporados al arte dentro de los
museos.
“El arte urbano o street art es efímero. Eso real, pero es
lo que le da adrenalina. Pintás con la incertidumbre de cuánto va a durar tu
obra; si dos días, una semana o 15 años”, contó una vez Martín Ron a la gente
de la revista Dinamo de Buenos Aires. Esta es la realidad de las intervenciones
callejeras o en el espacio público.
En estas intervenciones, cuando no son “vandálicas” (que se
hacen al abrigo de la noche), de llevar la pintura a un gran formato, que son las paredes y más en la vía pública, da
la posibilidad de que la gente que circula por el lugar conecta con el artista
y ve cómo se hace la obra en vivo.
Para los graffiteros
queda claro que quizás el “condimento especial” de pintar en la calle es saber
que la obra queda expuesta a que alguien la arruine, pero también a que la vean
todas las personas que pasen por ese lugar. Es algo distinto que cuando se va a
mirar una galería de arte. Esto es en el espacio público. Y claro que también
sufre el mismo deterioro que el frente de una casa o cualquier cosa que se deje
en la calle.
Hay una máxima que
se plantea al trabajar en espacios públicos que considera que esto “rompe un poco con la idea de que la pintura
tiene que ser para siempre. Los murales tradicionales o históricos estaban
previstos para preservarse por más tiempo. El arte urbano no es así. Te
manifestás en ese momento, pero no importa si va a durar. Cumplió su cometido
cuando lo terminaste de pintar”.
Mural por la memoria en el Cambas usando chapas de un obrador como soporte |
Quizás no sea malo
que muchos consideren esto al ver a quienes ocupen las escaleras pintadas por
Neumann en los próximos días hacer sus prácticas cotidianas. Desde usar la
escalera para llegar (o salir) del paseo costero, a los que hacen ejercicios o
deportes extremos o los que simplemente se sientan en los peldaños a tomar un
tereré o mate.
Todas estas prácticas
dañaran de una forma u otra el bello trabajo del artista plástico. Pero no es por
dañinos, sino en gran medida porque es parte de la vida diaria de la ciudad.
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