Cuando queremos escaparnos nuestra mente recurre a las imágenes
que nos quedan grabadas de la infancia, esas imágenes mescladas con las
emociones que nos traen las hacen intangibles, irreproducibles, vistas como a
través de un velo mágico que ninguna fotografía puede capturar, sensaciones de sosiego,
paz o felicidad nacen de lo que nos ata a esa patria chica que es nuestro
hogar.
Motivaciones como estas debieron ser la génesis que llevaron
a Andrés Paredes a preparar Exuvia, donde el pasado vuelve con ensoñaciones que
solo podemos avistarlas a través de los velos del alma. Estas ensoñaciones son cálidamente
potenciadas con la música de Pirepú, que nos acompaña desde la entrada al
museo, que mágicamente pasa a ser el patio donde jugaba de antaño Andrés.
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